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Breve comentario al poema “Hablo de nosotros”, de Celaya


Hablo de nosotros

Hablo de nosotros
(no sé si es un poema),
hablo de nosotros que no somos sencillos,
pero sí vulgares (como se comprende).

Hablo sin tristeza (y no porque esté alegre),
sin resentimiento (mi odio es de agua fría);
hablo de nosotros y alguien debe entenderme.

Hablo serenamente.
Necesito muy poco
(por ejemplo, mi tiempo);
necesito gastar dinero sin pensarlo,
besar dos o tres bocas (sin comprometerme).

Necesito lo justo (superfluo si calculo),
un delirio alegre (razonable en el fondo);
necesito lo poco que nadie quiere darme,
lo mucho que es un hombre.
Pero soy blando y tonto
(¿quién al fin no llora?);
soy de fango informe que dulcemente arrastra,
de tierra que a ti me une.
Soy de miseria pura (o de amor infinito),
soy de nada, del todo que al mirarte comprendo,
¡oh pequeño, pequeño, pegajoso, tan tierno,
tan igual a mí!

*

“Hablo de nosotros”, de Gabriel Celaya (Hernani, Guipúzcoa, 1911-Madrid, 1991), de su libro Tranquilamente hablando, 1947.


    Este poema está escrito en verso libre y está estructurado en cuatro bloques o grupos de versos.
El lenguaje es simple, sin artificios, y su registro se acerca a la lengua cotidiana, rozando la de la prosa realista. El ritmo, fluido, es conseguido con las repeticiones de palabras y de acentos en el interior del verso, los contrastes y las asonancias (comprende-alegre-entenderme; comprendo-tierno), las estructuras anafóricas y catafóricas (hablo-hablo-hablo / necesito – necesito-soy-soy-soy).
Se tiene la sensación de que alguien se dirige a ti para decirte algo (“Hablo de nosotros”), quizás hacer una confesión, o exponer un pensamiento, o una declaración de amor, invitándote a creerte que lo que lees es más que un poema o que no solo es un poema, que no solo es “poesía”, sino que es un mensaje sobre nosotros: “Hablo de nosotros / (no sé si es un poema)”.
Los tres primeros grupos de este poema (que alguien se puede sentir tentado a llamar “estrofas”, pero no lo son - ver la "nota" abajo) los inician la misma palabra: “hablo”, y el último, otro verbo, esta vez “necesito”, que introduce una variación, haciendo que la repetición rítmica (anafórica) del “hablo” no sea excesiva. Esta variación en el tercer bloque (“necesito lo justo”) ya está introducida por el segundo verso del tercer grupo (verso 9 del poema), “necesito muy poco”.
En la última parte, la conjunción adversativa “pero” da un giro al poema, con una serie de afirmaciones que desembocan en una exclamación con carácter de clímax: “¡oh pequeño...!”, etc. que es, además, una conclusión: “al mirarte comprendo que soy nada y todo, como tú, o pequeño, igual a mí”. Ese “igual a mí” nos retrotrae al inicio: “Hablo de nosotros”, “vulgares (como se comprende)” en contraste final con “al mirarte comprendo”.
En el poema, el hablante o voz lírica quiere que el lector se identifique con él, o con ella (la voz del poema puede no tener género), creando en su afirmación directa, “hablo de nosotros”, una complicidad entre el lector y el poema. De hecho, podría decirse casi que es como si fuera un “yo, poema, hablo de nosotros”. El verso “(no sé si es un poema)”, sin embargo, introduce en este sentido una ambigüedad.
El hablante parece hacer una declaración de quién es, pero también parece como si se refiriera a todos nosotros (“alguien debe entenderme”), seres humanos, frágiles, seres materiales llenos de debilidades y deseos. Hay un tono “existencialista” en algunas partes, incluso con un lenguaje que recoge brevemente en eco una relectura negada del lenguaje religioso (“soy de fango informe”), pero predomina la “nada”, la “miseria pura”. (En la biblia de los cristianos, Dios hizo al hombre de arcilla - aquí no hay eso, sino "fango sin forma".)
Dominan las emociones básicas, está lleno de ternura, más que de melancolía o tristeza. Yo no veo tristeza, sino un humor suave. Es un poema tierno e irónico (ironía: “no somos sencillos / pero sí vulgares (como se comprende)”, “pequeño / pegajoso”, miseria pura / amor) que tematiza la fragilidad humana, su compleja simplicidad (paradójica), su existencia en la contradicción, su ser todo y nada al mismo tiempo: por ello, los continuos contrastes, “lo poco que nadie... / lo mucho que es un hombre”, “de nada, de todo”.
Se puede leer como una confesión de amor, o simplemente como una confesión tierna y cariñosa, levemente irónica, de un yo a un tú, o de un poema a un lector o a su autor – como si se nos dijera en qué consiste un poema, qué necesita un poema, qué necesita ser humano, qué necesito yo.
Entre las posibles citas intertextuales (las que he podido ver) hay una (las referencias a otros libros dentro de los libros son una característica de la literatura, y cuanto más se lee, mejor se ve). Se trata del clásico, “Las flores del mal” (1857) de Baudelaire, su poema “Al lector”:

Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, — ¡mi hermano!

 Es posible – se me ocurre – que Celaya se estuviera burlando, con suave ironía, de Baudelaire, que era en ese poema (“Al lector”) tan melodramático y tremendo. Celaya no se toma a sí mismo, ni al lector, tan en serio, pero tampoco a la ligera. Pero tal vez el eco de Baudelaire sea sobreinterpretar demasiado. Esto - sobreinterpretar - es algo a evitar en cualquier comentario.


*
(Nota sobre el verso libre.)

El “verso libre” es la forma métrica de aquellos poemas que están compuestos por una serie indefinida de versos de diferente medida (tradicional o no), organizados libremente, que no siguen la norma métrica tradicional de división en estrofas, rima, etc., que son irregulares y de extensión variable, según el autor considere o guste. En general, puesto que el sentido de la poesía se basa en el ritmo o cadencia de los versos, el verso libre lo logra mediante recursos propiamente literarios y retóricos como son las repeticiones, paralelismos, aliteraciones, contrastes y cierta regularidad (en el poema) en los patrones de acentuación. Asimismo, en poesía la metáfora, los juegos de palabras, la desautomatización del lenguaje son fundamentales. Los poemas en verso libre no tienen estrofas, sino partes o grupos que parecen estrofas pero no lo son, porque una estrofa se caracteriza por su regularidad métrica y por seguir la normativa tradicional. Pero sobre esto, hay opiniones.
El verso libre se inventó hace siglos, pero se generalizó sobre todo a finales del siglo XIX. Se habla del norteamericano Walt Whitman, pero en España tenemos a Rosalía, como nos cuenta María Victoria Utrera (Estructura y teoría del verso libre, CSIC, 2010, p. 46):




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