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Póetica de Longino. Retórica. (Teorías literarias y literaturas. Mundo Antiguo 2.)


El tratado de poética de Aristóteles es una obra de rasgos racionalistas, escrita por un filósofo con conocimientos de medicina y con investigaciones en biología. Su lectura racional, centrada en el carácter formativo y didáctico de la tragedia, la historia y la épica, tendrá un fuerte impacto en las teorías posteriores, aunque no será redescubierta hasta el Renacimiento. 
    Sin embargo, no es no es la única teoría literaria de la Antigüedad greco-latina. Había muchas más, pero casi todas se han perdido. Entre las que nos quedan, está la obra del siglo I de nuestra era de un griego emigrado a Roma, estoico. Se ha transmitido en un manuscrito del siglo X que tiene lagunas. Se titula "Sobre lo sublime" (Peri ypseos), si es que traducimos bien el término. 
    El autor juega con el motivo tradicional helenístico de los tres “deberes del orador”: “docere, delectare, movere”- enseñar, deleitar, conmover. En esta obra, quizás platonizante, se nos dice que: “Las cosas sublimes, en efecto, no llevan a los oyentes a la persuasión sino al éxtasis. Siempre y en todas partes lo admirable, unido al pasmo o sorpresa, aventaja a lo que tiene por fin persuadir o agradar” (capítulo 1). Lo crucial, entonces, no es convencer o enseñar, sino conmover, remover al oyente o lector. 

(Una nota: una de las características del ékstasis es “estar uno fuera de sus sentidos”, o dejar de ser uno mismo en algún grado. Es una situación muy afín al enthousiasmós o estado de posesión divina. Longino usa estos y otros términos afines para explicar el estado del escritor al concebir las grandes obras de la literatura. Ekpl­ēxis, pasmo, asombro, sorpresa, es un concepto importante en Longino: ver XV, 2.)

    El autor mantiene que la obra literaria auténtica coloca a su espectador, o lector, en un estado de posesión casi sobrehumana. Que los autores son seres favorecidos por los dioses. Esto lo asemeja, remotamente (faltan más de mil seiscientos años), al concepto romántico de genialidad, pero con la religión pagana de por medio. 
   Así pues, dentro de la codificación retórica grecorromana de la Edad Antigua tardía, por ejemplo la de Quintiliano, no hubo una sola manera de especificar lo "literario". Junto a la habilidad verbal, al virtuosismo, de aquellos que pueden costearse una educación retórica, hay una interpretación fuera de las instituciones académicas que presenta al poeta como un inspirado cuya grandeza reside en la elevación del alma y no en la habilidad técnica. 
   Safo, la famosísima poeta de Lesbos, es ejemplo para este autor desconocido - Longino - de "sublimidad", puesto que ella "¿en qué revela su talento poético ? Pues en la habilidad con que sabe seleccionar y combinar los síntomas más intensos y sorprendentes"; este es el poema:

Me parece que es igual a los dioses
aquel hombre que frente a ti
se sienta, y a tu lado escucha
mientras dulcemente hablas y ríes
encantadora; ello me ha dado un vuelco
al corazón dentro del pecho:
apenas te miro y entonces
no puedo decir ya palabra
al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre la piel,
por mis ojos nada veo, los oídos me zumban
me cubre un sudor frío
y toda entera me estremezco,
más que la hierba pálida me siento
y a mí misma me parece que cerca estoy de morir
pero a todo hay que atreverse [...]


Longino no explica de dónde procede este saber hacer poético, este saber combinar. La edición de Alsina Clota (la de ed. Bosch, 1996, pp. 63-64), contiene algunos pasajes memorables de este extraño personaje: 

"— Lo sublime consiste en un no sé qué de excelencia y perfección soberana del lenguaje (I, 3).
— Aunque con frecuencia, en casos de estados fuertemente emocionales, la naturaleza no se somete a ley alguna, la verdad es que no suele abandonarse al azar ni, por supuesto, manifestarse de un modo anárquico (II
, 2.).
— El juicio de valor, en literatura, es el fruto sazonado de una larga experiencia (VI, 1).
— En virtud de su propia naturaleza, lo auténticamente sublime arrebata de alguna manera nuestro espíritu (VII, 2).
— La sublimidad es la resonancia de un espíritu señero (ix, 2).
— Cuando el genio declina, su rasgo típico, en la vejez, es el gusto por lo novelesco (ix, 11).
— En la
Odisea se puede comparar perfectamente a Homero con el sol poniente, que, sin poseer ya su fuerza, conserva, sin embargo, todo su esplendor (ix, 13).
— Imitar y emular a los grandes poetas y prosistas del pasado: he aquí una meta a la que debemos tender con todas nuestras fuerzas (xiii, 2).
— El arte alcanza su punto culminante cuando da la impresión de pura naturaleza, y la naturaleza, a su vez, consigue su plena perfección cuando,
  imperceptiblemente, encierra los principios del arte 
(x x i i , 1).
— Colgar campanillas en todas partes resulta en extremo sofisticado (x x i i i , 3).
— El patetismo es un elemento tan esencial para alcanzar la sublimidad como lo es la pintura de caracteres para promover la amenidad (xxx,
2).
— Aplicar términos grandiosos y nobles a las cosas más triviales sería lo mismo que colocar una máscara trágica en el rostro de un niño (xxx, 22).
— ¿Es que en poesía lírica preferirías ser un Baquílides antes que un Píndaro, y en tragedia un Ion de Quíos antes que un Sófocles?
(x x x i i i , 3).
— Ni el universo entero es suficiente para satisfacer las ansias contemplativas del espíritu humano (xxxv, 3).
— Si lo correcto se sustrae al reproche, la grandeza auténtica suscita, además, la admiración (xxxvi, 1).
— En arte admiramos la corrección, en la naturaleza la grandiosidad (xxxvi, 3). 
— La armonía no es sólo un medio natural de que el hombre dispone para persuadir y deleitar, sino que es, además, un maravilloso instrumento para alcanzar la sublimidad y el patetismo (xxxix, 1). 
— En Eurípides, el poeta se manifiesta más en la ordenación de los términos que en las ideas (x l , 4).
— En la descripción de escenas grandiosas no se debe descender a detalles sórdidos y de mal gusto, a no ser que nos constriña a ello una imperiosa necesidad
(x l i i i , 5)."

La dualidad talento (ingenium) y ars (técnica), y el debate enlazado a esa creencia, lo encontraremos en épocas posteriores, en el clasicismo moderno, ya desde la época renacentista, cuando se acabará imponiendo una forma dogmática de aristotelismo que propagará la imitatio de unas obras de valores inmutables. Pero eso sucede mucho después de Longino. 


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