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Hachís y maquilas. "Made in Spain" (2014), de Javier Mestre. Diez años no es nada

 

ANDY WARHOL, Diamond Dust Shoes, 1980 y Vincent van Gogh, Zapatos con cordones, 1886

Made in Spain es la segunda novela del autor madrileño Javier Mestre (Madrid, 1967). Fue publicada en el año 2014, después de Komatsu PC-340 que salió en 2011. Su tercera novela, Fábrica de cuentos, fue publicada en 2018.

Esta notable novela, que forma parte de una reactualización de la “novela social” muy exitosa en España en los últimos años, presenta una lectura de la realidad socioeconómica unidimensional y sin matices que puede discutirse. En suma: literaria e intelectualmente puede criticarse, pero no es una mala novela. Su principal defecto es que no termina de “enganchar” en algunos lugares y la trama, algo delgada, avanza con nerviosa lentitud.

Espacios de la novela

Chefchaouen, Tánger y Alicante son los tres espacios donde sucede la novela. Chefchaouen (Xauen, o Chauen), donde Fernando está siempre colocado de porros, fue parte de la colonia española en Marruecos y proyecta una dimensión evocadora importante, porque el colonialismo —se nos parece decir— no ha terminado, sino que continúa en la forma de maquilas o sweatshops, los talleres de semiesclavitud que cierran la novela; esta empieza y termina en el citado país, del que proceden gran parte de los inmigrantes ilegales que apenas aparecen (salvo el joven que descarga camiones).

La historia. El fracaso de una utopía real

Fernando Llorens, “el Búho”, que vive de gorra (de la pasta de sus padres) en hoteles y pensiones en Chefchaouen fumando hachís, se convierte repentinamente en heredero de la empresa familiar de zapatos, Pineda S. L., en Alicante. Sus progenitores, que estaban a punto de jubilarse, han muerto en un accidente de coche. Pineda s. l. iba a ser “deslocalizada” (esto es, trasladarse a un país donde los salarios son muchos más bajos) y a venderse a trozos, porque iba a quebrar. Para la desagradable sorpresa del abogado de la familia, el heredero intenta reflotarla, pero sin hacer trampas, saliéndose de la dinámica del capitalismo postmoderno. Fernando quiere hacer una fábrica tradicional, legal, y no sólo eso, quiere hacer una empresa justa: todos somos seres humanos, repite incansable “el Búho”. Eso, en las condiciones actuales se plantea como una utopía. Utopía, paradójicamente, real, porque desear atemperar los efectos del capitalismo salvaje se revela antisistémico (véase nota 1 al final del párrafo). Esto está condenado al fracaso, porque —en la novela— el sistema está podrido de arriba abajo. Fernando estaba destinado a caer estrepitosamente y el lector, que no lo desea, lo ve hundirse poco a poco hasta el vislumbre de la debacle final. Fernando es su propio sepulturero. ¿Por qué? Esa es la pregunta que genera el texto y que vamos a discutir aquí.

[Nota 1: Utopías reales es el título de la traducción del libro de un marxista norteamericano, Erik Olin Wright (1947-2019), ingl. Envisioning real utopias (2010).]

Didáctica, narrativa, distanciamiento

Los cuatro capítulos: Plusvalía absoluta, Plusvalía relativa, Acumulación originaria, D-M-¿D’? (a los que se añade un preludio y el epílogo) sirven “didácticamente” para desarrollo de la trama además de mostrar el funcionamiento del capitalismo (salvaje) contemporáneo. Las citas de pasajes de Marx ilustran los planteamientos y la narrativa, y no están mal elegidas, aunque suenen algo prescriptivas. (Hemos podido decir algo sobre estos conceptos durante el seminario).

La novela reactualiza la novela social, si bien no se centra tanto en el conflicto entre obreros y burgueses como entre los mismos capitalistas. La raíz es la dialéctica entre capital y trabajo, pero va más a fondo. La novela falla en muchos aspectos, pero en otros acierta. No hay novela perfecta, salvo unas pocas. Una aclaración: “novela social” es una categorización (una etiqueta, dicho en términos negativos) muy vaga conceptualmente, pero está fosilizada en el espacio académico y no se puede cambiar. ¿Por qué es “vaga”? Porque “sociales” son todas las novelas. Suena superficial, pero no es una banalidad. Mejor llamarla “comprometida” o, mejor aún, “política”. Cuando decimos “novela romántica”, “novela detectivesca”, “novela de terror”, ¿no estamos creando expectativas? Es cierto que hay tipos de novela con unas características, una retórica… como las “novelas de caballerías”, y llega un momento en que el género se agota. Lo único es que “novela social” produce unas expectativas en el lector que a veces no se cumplen o, a menudo, con creces. ¿Made in Spain es una novela política? La política —el juego político, los partidos, la militancia, las elecciones, etc.— está ausente de la novela. Ni siquiera está el Estado (políticas en forma de leyes, instituciones de control), ya que lo que hay es un mercado desregulado y el Estado no está, no controla nada. ¿Qué es, por tanto, Made in Spain? O nos quedamos con “novela social”, con toda la carga peyorativa que arrastra, como “novela comprometida”, o buscamos otra cosa. Es una novela escrita por un autor comprometido y si acaso, “novela de tesis” [aquí], realista (uso de tercera persona y predominio del estilo indirecto libre).

Made in Spain: una novela de tesis (realista) bastante interesante, respecto a la tesis, pero algo desmadejada respecto al novelar: los personajes no convencen, son demasiado previsibles, y Fernando irrita espectacularmente, a pesar de producir simpatía por su “buenismo”. La tesis plantea que no se puede cambiar el capitalismo ni siquiera desde dentro del capitalismo. No hay un capitalismo “humanista”. La política, como se dijo, está ausente.

Un primer balance

Como novela sobre el capitalismo salvaje en las empresas de calzado de Alicante, tal vez no se quede corta. Explicación: se trata de una novela que narra una historia situada en un lugar y momento: la zona de Alicante, España, el presente, no una narración de realidades eternas e imperecederas, del tipo “el Capitalismo”. Si el autor ha pretendido hablar de “el Capitalismo”, está equivocado, pero tampoco lo hace: el texto parece decir que hubo una legalidad del capitalismo que la inmoralidad de los empresarios desalmados ha destruido, inmoralidad provocada por la deslocalización y el mercado globales, es cierto, pero inmoralidad igualmente. “No hay capitalismo con rostro humano” es una lectura del “mensaje” de esta novela. Otra puede ser: el capitalismo se ha desbocado, ha vuelto a sus orígenes de acumulación bestial (siglo XIX) y viene acompañado de una hipercompetitividad y relativismo moral muy destructivos para las vidas inviduales. No hay sociedad: hay ricos sin escrúpulos y pobres indefensos. (Podemos desgranar esto en un debate.)

Algo de trampa se trenza en la argumentación. Se podría plantear que lo que se nos cuenta está bien dentro de un marco concreto, no del “capitalismo”, que no hay —dicho de forma algo simplificadora pero clara— “un” capitalismo, sino “capitalismos”, o más bien, “mercados”. ¿Hay un horizonte utópico liberal, un capitalismo "justo", "redimible", etc.? Esa es la pregunta del millón hoy, en 2023, cuando vivimos inmersos en una crisis brutal política, económica e ideológica. La novela parece negarlo: el que narra es el capitalismo salvaje: globalización mercantil, hipercomptetividad, producción just-in-time, deslocalización, toyotismo, desregulación, desprotección social, sweat-shops, etc. Estos funcionan tanto en la clandestinidad de Alicante como en la legalidad de Marruecos, adonde los empresarios van a deslocalizar sus fábricas, puesto que no son rentables ni con plusvalía absoluta (jornada de trabajo) ni con plusvalía relativa (mejora de la productividad con la organización y la tecnología): el nivel siguiente es la semi-esclavización de la mano de obra en sweatshops, las maquilas. Tomada la novela como “realista”, sociográfica, y no como “de tesis”, no está mal. A lo mejor el autor quiso dar un cuadro en blanco y negro, pero nosotros sabemos que el texto dice más cosas que lo que (tal vez, habría que preguntarle) el autor quería decir.

Se puede ampliar algo más lo que se escribe aquí. Primero: la podredumbre estructural del sistema socioeconómico de la novela. El sistema produce sufrimiento humano. O triunfas, o te espera la precaridad. ¿Es así realmente? Las turbulencias de la movilidad en las clases medias contemporáneas son enormes.

Segundo: Históricamente, ¿ha habido alguna vez una empresa de zapatos legal, justa, “de rostro humano”? En la era de la expansión hubo un capitalismo patriarcal, benefactor, en Tomáš Baťa. Es un ejemplo que a los checos les pilla cerca (un servidor conoce la historia por haber leído sobre ella y haber vivido en Zlín varios años). Más allá de la zapatería, hubo un New Deal con Roosevelt tras el crack del 29, y un capitalismo socialdemócrata en países como Suecia o Finlandia –el modelo nórdico–, o Canadá. En el País Vasco (dentro del territorio peninsular español) existen las Cooperativas de Mondragón.

Obviamente, tampoco se defiende aquí “el Capitalismo”, sino formas de explotación menos brutales que las que sufren varios de los personajes de la novela (cuyos nombres ahora no recuerdo), españoles y marroquíes. Las reglas del mercado globalizado imponen un abaratamiento de todos los costes: en otras fábricas, los trabajadores deben ser exprimidos al máximo, para luego ser despedidos y la fábrica deslocalizada a Marruecos. Las aparadoras, mujeres con familia que cosen las piezas en casa (hubo un documental hace poco) sufren unas condiciones de trabajo insoportables. 

Resulta descorazonador leer, en algunos comentarios de la novela, que Fernando es un “ingenuo”, un “tonto” que no acepta las reglas del juego y que, por tanto, va a fracasar, porque el sistema es inmutable. Tal vez a Havel o a los antifranquistas como Vázquez Montalbán les decían cosas parecidas en sus respectivos momentos y países. No está mal pensar utópicamente, siempre que se tengan los pies en el suelo. El problema de Fernando es que es un empresario burgués atípico.

Se puede preguntar, primero, ¿por qué fracasa, en realidad, Fernando? Porque no se lo permiten los otros empresarios, con Daniel a la cabeza del pelotón. Daniel, su “amigo” (de la infancia). «No sabía si era envidia o realismo, pero todo el mundo pensaba que aquello desafiaba alguna ley íntima del sistema y no podía funcionar»… El abogado Jacinto Grimau, es uno de estos seres: “¡Pagar las multas! ¡Dar de alta a todo el mundo! ¡A las aparadoras! ¡Quiere dar de alta a las aparadoras en sus casas! ¿¡Será gilipollas?! ¡Se puede meter mis participaciones por el culo!” (p. 50). Fernando busca hacer un producto de calidad y justo, con “ecoetiqueta”, y ello solo despierta las risas de sus colegas. No es su deseo de cambiar lo que falla, es que el sistema no deja.

Fernando Llorens Ruiz, “el Búho” (un símbolo de la sabiduría, puede ser irónico, porque está así por drogado o por autista o simplemente por raro), o “Estaquirot”, que significa “estafermo” (muñeco giratorio de los torneos medievales, con un escudo en un brazo y en el otro una bola) (dicc. Fig.: “No hay nada que le haga mover: es un pasmarote”. Por extensión: espantapájaros.) ...Fernando, el heredero, está drogado y es, o bien es, autista. No es un humanista “ingenuo”, aunque algo parece sugerirse cuando se insiste en el humanismo (“todos somos iguales”) del personaje protagónico de la novela, que nos lo pone como “ido”, “empanado”. Resulta irritante. ¿Por qué eligió Mestre a un tipo como este? ¿Pone la responsabilidad en su ser-no-ser-burgués? ¿Qué hubiese pasado si el personaje hubiese poseido las características de sus amigos de verdad, la fortaleza física y psíquica de Joan, Alicia, Berta, Daniel, Paco, Carles o la prudencia de su tío Albert, incluso la falta de escrúpulos y el know-how de Daniel, su “amigo” liquidador o de Rosana, su mano derecha?

La novela es insatisfactoria en el tratamiento de los personajes: son demasiado previsibles, (¿arquetípicos?) Fernando es un misterio, no se sabe casi nada de él, no expresa, solo es un proyecto fallido, como hijo, como empresario del capitalismo salvaje, como persona, como amante, como… ¿Qué pudo pretender Mestre con este personaje? Pues habría que preguntarle. El autor parece burlarse de alguien que quiere cambiar el sistema desde dentro. Quizás necesita un personaje así para montar su crítica. Quizás es la lógica del perdedor, o del soñador melancólico que intenta vivir en un proyecto de vida pero fracasa y vuelve a hundirse en el aturdimiento de la droga.

Como lector que interpreta, creo que Fernando representa una burguesía que no está, si se lo quiere leer alegóricamente. Un “humanismo” drogado, fuera de la realidad (en un no-lugar, referencia en la obra al clásico de la antropología, Marc Augé). Fernando es un zombie, un no-muerto. Podemos hacer una novela familiar: Fernando es un expósito, un huérfano que quiere ser el padre de los obreros de sus padres, que no lo fueron de él. Es el horizonte utópico del liberalismo que vive además en la misma zona de las maquilas, Marruecos, pero en su lado oculto.

Comentar sobre los otros personajes es trabajo para la discusión. Rosana, la secretaria promocionada que acaba convirtiéndose en empresaria. Los citados, Joan, Alicia, Berta, Daniel, Paco, Carles, el tío Albert, Daniel, personajes que se pueden agrupar en clases…

(Resumiendo)

Como narración realista del capitalismo salvaje del zapato en Alicante la novela está bien. Además, tiene otras cosas positivas: tematiza bien el trabajo; habla bien de trabajos que nosotros pensamos que son tontos, no creativos: como el cortar una suela o diseñar un calzado, o saber de tacones y fabricarlos. No es un lugar imaginario y lo que cuenta de los zapatos no es irreal.

El sueño de todos adquiere dimensiones melancólicas: la legalidad, una legalidad soñada, imaginada, pero no real. Lo real es «o trabajas así, en negro, tirando de economía sumergida, o todo se va a la mierda». Cuando a una de las aparadoras le dicen que le van a a hacer un contrato legal, contesta, casi llorando: «es el programa ese de la cámara oculta de la tele, ¿no? ¡No puede ser cierto!».

La novela se hace monótona en algún momento, y no porque la vida sea monótona… el intento de Fernando se sale de la normalidad que oculta la explotación. Es en el viaje de Alicante a Marruecos donde la novela realmente arranca, esto es, engancha, quizás por la aparición del submundo paralegal, sobre el que hay algún cabo suelto: hay un capítulo poco desarrollado que es el de los “amigos” marroquíes de Fernando, que queda sin aclarar o al menos a mí no me queda muy claro.

[Versión corregida de "Hachís y maquilas. Notas sobre la novela Made in Spain", entrada creada el 14/05/2020.]

____

Nota de 2023: recientemente, en su libro "Después del acontecimiento. El retorno de lo político en la literatura española tras el 15-M" (Madrid, 2021), el profesor de la UAM David Becerra Mayor ha citado esta novela.


Botas abandonadas en la carretera de Saigón, 30 de abril de 1975.




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